miércoles, 19 de diciembre de 2007

Un país llamado Iberia

REVISTA TIEMPO

Actualidad
PROS Y CONTRAS DE UNA HIPOTÉTICA UNIÓN
Un país llamado Iberia


El escritor alemán Günter Grass se ha sumado a la propuesta para fusionar España y Portugal. El iberismo tiene sus seguidores, pero los empresarios lusos prefieren un acercamiento económico antes que una soberanía compartida.

Silvia Gamo

30/11/07

Tal vez no sea realizable, pero debería pensarse en ello”, dijo el premio Nobel alemán Günter Grass la pasada semana cuando fue preguntado sobre la posibilidad de que Portugal y España se unieran en un solo Estado llamado Iberia. Un sueño que comparte con el escritor portugués y premio Nobel de Literatura José Saramago. Si ese sueño fuese real, Iberia sería el Estado más extenso de Europa, con una superfi cie de más de 600.000 km2, el quinto más poblado, con más de 50 millones de habitantes, junto a Francia y con un PIB aproximado de un billón de euros. La idea de un Estado llamado Iberia ha estado muy presente en la literatura y en la política. Hablaron de iberismo el poeta Joan Maragall y los políticos Cambó y Prat de la Riba. Pero los intentos históricos, entre otros los de 1869 y 1873, de unión no resultaron. Según el historiador José Álvarez Junco, se debe a los recelos de los portugueses a ser absorbidos por España como una provincia más. Estos recelos explican los resultados de dos de los sondeos más recientes sobre una unión ibérica, llevados a cabo en España y en Portugal a finales del pasado año. La encuesta del semanario luso Sol arrojaba que sólo un 28% de los portugueses ve con buenos ojos la unión de España y Portugal, frente a un 70% que descartaba la idea. La segunda, encargada por ‘Tiempo’, equilibraba la balanza: el 45,6% de los españoles decía sí a una Iberia con capital en Madrid (80%). A favor Existe un sentimiento de hermandad entre ambas naciones. No sólo lo dicen los sondeos. Se ve en el fútbol o en Eurovisión, donde ambos países acaban dándose las máximas puntuaciones el uno al otro. Pero una cosa es la simpatía por un pasado común y una geografía compartida y otra es pasar a formar parte de la misma realidad política. De ahí que las palabras de Saramago cayeran como un jarro de agua fría entre sus compatriotas cuando aventuró que Portugal acabaría por ser una provincia española. Luis Fernando de la Macorra y Cano, profesor titular de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Extremadura, gran defensor y estudioso del iberismo, sostiene que “no se debe decir a los compatriotas que van a ser una provincia más de otro país. Eso levanta todos los recelos antianexionistas de siempre y es normal. La propuesta que hay que hacer a Portugal es ser una federación o una confederación con España, en el marco de dos Estados independientes y soberanos que son y que seguirán siendo”. Cree que así se beneficiarían ambos países. La federación traería una mejora de la coordinación de la economía pública y de la transparencia y seguridad jurídico económica y social conjunta. Por ejemplo, en las redes de suministro energético o en la organización conjunta de las cuencas hidrográficas. De la Macorra cree que con la federación ibérica se acabarían algunos lastres que suponen grandes costes y desventajas para ambas naciones. Por ejemplo, que no haya una equiparación inmediata de títulos educativos, que no haya un reconocimiento casi automático de matrimonios mixtos o que no esté generalizado el aprendizaje bilingüe hispano-luso. En contra Dentro del 70% de los portugueses que descartan esta unión se encuentra el tejido empresarial luso. La Fundación Luso-Española (institución de derecho privado constituida por entidades como el grupo Amorin, Totta, Bial, etcétera), y su portavoz José Antonio Silva i Sosa, defienden que “las relaciones entre España y Portugal atraviesan su mejor momento. Esa discusión pertenece al pasado. Somos dos países distintos que ya comparten soberanía económica y de defensa, en la OTAN. Somos dos países, pero un solo mercado, preocupados por encontrar lo que tenemos en común. No estamos centrados en lo que nos divide”. Esta fundación cree que lo fundamental es que haya un acercamiento económico que mejore las comunicaciones, el transporte de mercancías, el ferrocarril, la conexión entre los puertos portugueses, por citar algunos ejemplos. Unas mejoras importantes porque España es el primer país al que exporta Portugal, mientras que éste es el tercero para España. Unas inversiones centradas en la banca, la energía y el comercio. Ni en esta fundación ni en la Cámara Hispano-Portuguesa de Comercio creen que una unión ibérica mejoraría las condiciones para la inversión, ya que no existen grandes trabas, ni excesivas diferencias taxativas entre ambos. Por ejemplo, el IRPF es más bajo en Portugal que en España, mientras que el IVA es más alto (25%). Aureliano Neves, presidente de la Cámara Hispano-Portuguesa de Comercio, cree que “en los tiempos que corren no es ni posible, ni recomendable en términos políticos”. Convencido de que las relaciones entre ambos países pasan por un buen momento, le gustaría que Portugal no dependiera económicamente tanto de España, pero considera que es inevitable por su situación geográfica. Neves deja claro que la Iberia de Saramago no está en la clase empresarial lusa: “Ni la vislumbra, ni la desea. Al final la economía se superpone a la política. Estoy de acuerdo en que España y Portugal actúen como un solo país en términos económicos, les daría mucha más fuerza dentro de la UE. La unión económica hará que se transformen las fronteras de los países”. Pero la unión de ambos Estados no tiene representantes políticos. Hasta el momento ningún partido ni en España ni en Portugal tiene en su programa electoral la creación de un Estado ibérico. Tampoco existe ningún movimiento social organizado que pida expresamente la unión hispano-lusa. Una vez más ha sido en Internet donde los entusiastas de este sueño expresan su apoyo a lo que Saramago ha dicho en voz alta. Por ejemplo, el foro Unión Ibérica. Pero está claro que sin movimientos sociales fuertes que lo apoyen, ni partidos políticos sólidos que lo defiendan, el sueño de Iberia seguirá siendo eso, un sueño.

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